La COP30 da impulso al transporte sostenible pese al bloqueo sobre los combustibles fósiles
La COP30 concluyó el pasado sábado en Belém tras dos intensas semanas de negociaciones marcadas tanto por avances como por divisiones persistentes. Los países productores de combustibles fósiles lograron bloquear resultados que fueran más allá de las decisiones adoptadas en Dubái y Bakú. Las esperanzas de contar con hojas de ruta claras para eliminar progresivamente los combustibles fósiles o detener la deforestación quedaron finalmente truncadas por la oposición de los petroestados.
Sin embargo, lo que se bloqueó a nivel político se recuperó en parte mediante la acción impulsada desde los propios sectores. El sector del transporte, uno de los más difíciles de descarbonizar, salió de la COP30 con un impulso significativo. La conferencia aportó avances tangibles mediante iniciativas voluntarias, mecanismos de financiación reforzados y, por primera vez, un pabellón dedicado al transporte en una cumbre de la COP.
Reforzar el papel del transporte en la escena climática mundial
La COP30 marcó un punto de inflexión en la manera en que el transporte se posiciona en las negociaciones climáticas mundiales. El pabellón dedicado al transporte, coorganizado por Brasil y la alianza SLOCAT, proporcionó una plataforma visible y coordinada para el sector. Rápidamente se convirtió en un centro para mostrar soluciones prácticas, desde la electrificación de autobuses hasta estrategias de financiación de infraestructuras, y para convocar un diálogo de alto nivel que antes estaba disperso en distintos espacios.
Esta visibilidad se tradujo en reconocimiento político. Tras una labor constante de incidencia por parte de la UITP, el transporte público se incluyó en la Agenda de Acción de la Presidencia de la COP bajo el Objetivo Clave 13. El momento es crucial: el transporte representa casi el 24 % de las emisiones globales de CO₂ y necesita lograr una reducción del 59 % de aquí a 2050, mientras que el ferrocarril y el transporte público reciben actualmente solo el 23 % de la financiación climática. Si el pabellón se convierte en un elemento permanente en las futuras COP, el sector dispondrá por fin tanto de la plataforma como del reconocimiento necesarios para cerrar esta brecha de financiación y lograr una implementación significativa.
El Esfuerzo Mundial por el Transporte: una referencia voluntaria para la acción
Aunque las negociaciones formales carecieron de resultados vinculantes, la comunidad del transporte aportó su propia orientación. Chile presentó un punto de referencia intermedio voluntario para 2035 que pide una reducción del 25 % de la demanda de energía en el transporte y una cuota de un tercio de energías renovables, en línea con la hoja de ruta de Cero Emisiones Netas de la Agencia Internacional de la Energía. Bajo la denominación de Global Transport Effort, esta declaración ofrece un punto de referencia común para los países más ambiciosos.
No se trata de un plan negociado ni prescriptivo; es una señal de intención. Respaldada por diez países: Chile, Brasil, Honduras, Colombia, República Dominicana, España, Portugal, Noruega, Eslovenia y Costa Rica, y liderada por el ministro chileno de Transportes, Juan Carlos Muñoz, con un fuerte apoyo de Brasil, la iniciativa crea espacio para que los pioneros avancen y anima a otros a alinearse.
Progresos en la integración de las NDC
También se observaron avances en los compromisos nacionales. El análisis de las últimas NDC realizado por la UITP muestra que ahora tres cuartas partes incluyen medidas de transporte público, frente a dos tercios anteriormente. La mitad de las nuevas NDC contienen objetivos sectoriales específicos, un aumento significativo respecto al 20 por ciento de la ronda anterior. Esto refleja un reconocimiento creciente de que el transporte público es esencial para alcanzar los objetivos climáticos.
Sin embargo, la financiación sigue siendo un eslabón débil. Casi dos tercios de las NDC no especifican presupuestos para las medidas de transporte público, lo que dificulta conectar los planes con los mecanismos internacionales de financiación, incluidos los previstos en el artículo 6 del Acuerdo de París.
Financiación: desbloquear y ampliar el apoyo a la transición
En la COP30, los países acordaron triplicar la financiación para la adaptación al cambio climático de aquí a 2035, lo que indica que la resiliencia ya no puede seguir posponiéndose. Para el transporte, esto significa apoyar una transición justa hacia una movilidad más limpia, a medida que los vehículos eléctricos y las infraestructuras de recarga se vuelven inevitables. Garantizar que los trabajadores, las comunidades y los pequeños operadores no se queden atrás es ahora una expectativa central.
Uno de los debates clave durante toda la COP fue cómo movilizar más financiación para el transporte bajo en carbono, especialmente para los sistemas de transporte público que sufren un infrafinanciamiento crónico. Los mercados de carbono se presentaron como una de las herramientas más prácticas. Si se diseñan bien, son accesibles para las ciudades, creíbles desde el punto de vista ambiental y se basan en normas simples y transparentes, los créditos de carbono pueden ayudar a hacer financieramente viables proyectos como autobuses eléctricos, ampliaciones de metro o redes ciclistas.
El Acuerdo de París permite dos vías complementarias. El artículo 6.2 permite que los países y las ciudades cooperen directamente para generar y vender reducciones de emisiones. El artículo 6.4 establece un mercado de carbono supervisado por la ONU, en el que los actores públicos y privados pueden obtener créditos certificados. Ambos mecanismos pueden reducir los riesgos de inversión y atraer nueva financiación. La COP30 también abrió un nuevo debate sobre cómo las políticas comerciales mundiales pueden apoyar o dificultar la acción climática. Esto amplía la conversación financiera más allá de las instituciones climáticas tradicionales.
De cara al futuro: una década de implementación
El periodo de 2026 a 2035 será el Decenio de las Naciones Unidas para el Transporte Sostenible, lo que ofrece una oportunidad poco frecuente para convertir los compromisos globales en progresos concretos. Coincide con lo que muchos denominan la década eléctrica decisiva, en la que los países marcarán el ritmo de la adopción de vehículos eléctricos, construirán redes de recarga y fijarán trayectorias tecnológicas a largo plazo.
Para el transporte, esta década es una oportunidad para pasar de proyectos piloto dispersos a una implementación a gran escala y coordinada, respaldada por hojas de ruta más claras como el proceso TAFF y el Global Transport Effort. El éxito dependerá de alinear la planificación nacional, los mecanismos de financiación y el apoyo internacional.
La COP30 no ofreció el tan esperado plan de eliminación progresiva de los combustibles fósiles. Pero sí proporcionó herramientas, impulso político y nuevas plataformas para el transporte. La tarea ahora es la implementación, no nuevas promesas. Con vías de financiación más sólidas y una voluntad política creciente, el sector cuenta con una base para acelerar cambios reales y medibles. Si los países aprovechan este momento, la próxima década podría convertirse en el punto de inflexión hacia un sistema de movilidad verdaderamente bajo en carbono.